Hoy publica el diario El MUNDO en su supelento de Educación AULA (leerlo aquí) un reportaje titulado La oportunidad de vivir sin etiquetas.
En el artículo se describe cómo trabaja la Fundación Tomillo en sus programas de segunda oportunidad. El objetivo es ofrecer a los jóvenes una oportunidad de construir un proyecto vida que supere historias de fracaso escolar. El trabajo educativo se basa en quitar todas las etiquetas y dar a las chicas y chicos un mensaje que refuerce su autoestima: "Tú vales, tú progresas". Los educadores se implican personalmente en la vida de los alumnos y los apoyan para que hagan algo valioso y construyan su propia vida.
También podemos leer en el mísmo número de AULA una entrevista con Luis María López Aranguren, bajo el título Intentamos recuperar su proyecto de vida (leerla aquí). Luis María nos explica los puntos clave: trabajar por conpetencias y buscar un sitio en la sociedad a los jóvenes.
Esta experiencia de la Fundación Tomillo ya fue objeto de un reportaje de Televisión Española, en el programa Documentos TV, titulado Pulso al fracaso (verlo aquí)
Pulso al fracaso from angel on Vimeo.
Copiamos aquí el texto tomado de El MUNDO:
Pónle un cero al pasado
La oportunidad de vivir sin etiquetas
NEREA SERRANO
"Dirigir, encaminar, doctrinar". Éstos son los tres verbos que definen la palabra educar en la RAE. Lo que no contempla el diccionario es el camino a seguir. En la Fundación Tomillo no han buscado atajos, tampoco son una autopista con dirección al éxito, tan sólo una carretera paralela a la enseñanza común. El peaje: cargar con el sambenito de alternativa. Yolanda Talavera, responsable de formación de la Fundación, se muestra muy contundente cuando afirma que no son una alternativa, sino un complemento.
A menudo se habla de los centros de segundas oportunidades. Pero, ¿qué son realmente? "La oportunidad que nunca han tenido. El lugar donde recuperar su proyecto de vida", explica Yolanda.
El centro de Antonio Orozco está perdido entre las calles de Carabanchel. El azul de sus paredes contrasta con el blanco de los trajes de sus alumnos, que hacen malabarismos para que la bandeja no eche por tierra tanta pulcritud. Son los estudiantes del PCPI (Programas de Cualificación Profesional Inicial) de hostelería, unos cursos que suponen "una vía de acceso para reengancharse a la actividad escolar", según explica Rebeca Erguido, directora del Antonio Orozco.
"Aquí tenemos menores tutelados, alumnos que han fracasado en el sistema escolar, jóvenes de otros países que nunca han estado escolarizados o simplemente que no saben español". La integración es uno de los pilares de Tomillo, es decir, la convivencia de todos los estudiantes, «para que uno le aporte al otro lo que no sabe», coinciden Rebeca y Yolanda.
En este centro, los alumnos no le tienen miedo a la primera fila, y los profesores se contagian unos a otros con la amnesia del pasado. El ayer no importa en Tomillo, todas sus actividades se dirigen hacia un futuro que los chicos sean capaces de escribir por sí mismos. "Se les quitan todas las etiquetas que hayan podido arrastrar con un mensaje: tú vales y progresas", sentencia Erguido. "El primer trimestre está marcado por la falta de confianza y ese falso respeto, pero cuando ven que les ayudas, que su vida te importa, se abren".
La confianza se gana desde el momento de la entrevista previa, donde se les explica qué va a cambiar en su vida y se les pregunta por su situación familiar, aficiones o hábitos. "Se apuesta por una enseñanza individualizada".
Aquí los profesores prefieren llamarse educadores. "Que sepan mates no es importante, sino que su vida esté normalizada". Jesús González lleva ocho años dedicado a educar. Lo mejor para este profesor auxiliar de restaurante y bar: "Poder ayudar a chavales que se piensan que ya no hay nada. Me da igual como lleven la bandeja, lo que me importa es que sean educados y responsables". Para llegar a ellos hay que borrar el mensaje de que son incapaces. "Tienes que implicarte y te tiene que gustar".
Una implicación que no debe derribar la línea que separa a los alumnos de su maestro. "Hay que ganarse su respeto, yo les pregunto por su vida, pero nunca me voy de fiesta con ellos". ¿Desconectar fuera del centro? "Al principio menos, recuerdo que una vez vi en Sol a un alumno intentando robar. Tienes que hablar con ellos y explicarles que ésa no es la solución".
En el curso de Electricidad y Electrónica estudia Jorge, un boliviano de 17 años que ha encontrado entre cables y enchufes una segunda oportunidad. "En Tomillo se puede empezar desde cero; están más pendientes de uno" explica con voz tímida. Es la hora del recreo, momento de descanso para la mayoría, y de trabajo para los alumnos que gestionan la cafetería del centro. Venden bocadillos y dan comidas; unos cobran en la caja registradora y otros sirven las mesas. Vamos, un restaurante en toda regla.
Erika cuida hasta el último detalle de la mesa que prepara. Mientras coloca las servilletas, nos cuenta qué le atrajo de la Fundación Tomillo: "Es algo práctico, aprendemos un oficio". Según Rebeca Erguido, la parte profesional es motivadora y les aporta ilusión. Con esas ganas, Erika y otros 11 compañeros viajarán a Portugal durante un mes para sus prácticas profesionales. Lo consiguen los alumnos que demuestran que su proyecto de vida ha cambiado. El medidor del cambio está hecho con puntualidad, asistencia y trabajo en equipo.
José ha cumplido los tres requisitos y ya tiene asegurado su billete a Lisboa. Mientras prepara un café, relata cómo ha cambiado su vida en los dos últimos años. "Antes la liabas y ya pasaban de ti. Aquí no hay etiquetas de fracaso". Las palabra pellas ya no aparece en su diccionario. "¿Para qué voy a faltar si me lo paso bien?", se pregunta Erika.
Brian se une a la conversación para alabar el trabajo de los profesores. "Se puede hablar con ellos". Estos chicos han aprendido a vivir en el presente. "Me gustaría tener trabajo y una familia, tampoco pido más. Aunque la vida nunca sabes dónde te va a llevar". Hajar llegó a España hace tres años. En Tomillo ha encontrado un lugar "donde se mira hacia el futuro", aunque reconoce que echa mucho de menos su país, Marruecos. Sueña con ser educadora y poder repetir con otros jóvenes lo que los profesores han hecho con ella.
El trabajo de la fundación tiene tres vértices: los educadores, los alumnos y la familia. "Llamamos a los padres en cuanto faltan una hora a clase. La labor educativa es conjunta, también hay que reeducar a los progenitores", explica Rebeca. "Hay veces que no tienen sitio en casa ni para estudiar". En las instalaciones del Antonio Orozco, los alumnos han creado su propia biblioteca, aportando los libros que más les gusta.
Así es Tomillo, la suma de todos los que componen la Fundación. Al principio del curso nada está escrito, el folio en blanco se va componiendo con caracteres de paciencia y confianza. ¿Lo fundamental? Lo dice Rebeca: "No conformarte jamás".
Protagonistas de su propia vida
Sobre los jóvenes recae todo el protagonismo de Tomillo. Según sus necesidades, los profesores enfocan la clases. En el Antonio Orozco no sólo se aprenden oficios, también se imparte Lengua o Matemáticas. Hoy les toca refrescar los números romanos. Los alumnos de hostelería no terminan su actividad en el restaurante de la escuela. Ellos también han trabajado en caterings y participado en concursos. De hecho, Erika ganó un premio por hacer el mejor café. Como buenos empresarios, decidieron subir cinco céntimos el precio de las bebidas para ganar algo de dinero y emplearlo en excursiones y actividades con el centro.
Entrevista a Luis María López Aranguren
Intentamos recuperar su proyecto de vida
NEREA SERRANO
Pregunta.– ¿Qué significa realmente un centro de segunda oportunidad?
Respuesta.– Vivimos en una sociedad excluyente, y es posible que la adolescencia se descuelgue de la primera oportunidad. Por eso es necesario crear unas buenas estructuras para que recuperen de nuevo su proyecto de vida.
P.– ¿Qué supone para un alumno fracasar en el sistema escolar?
R.– Lo que han perdido estos estudiantes es muy amplio, pierden oportunidades, pero también autoestima. Lo que intentamos aquí es romper con esa situación de marginado.
P.– ¿Cuál es vuestra metodología a la hora de trabajar?
R.– Nosotros nos dirigimos en varias líneas. La primera sería trabajar con competencias. Por ejemplo, que aprenda a comunicarse o disfrute leyendo. En segundo lugar, encontrarles un hueco en esta sociedad. Debemos enseñarles que tienen un valor y que pueden demostrarlo.
P.– ¿La sociedad es receptiva a reintegrar a estos chavales?
R.– La sociedad recibe si les pones en situación. Cuando nuestros chavales van a una empresa a hacer sus prácticas cumplen perfectamente. La idea es tiempre la misma: que vean su utilidad.
P.– ¿Cómo se elige al equipo que trabaja en Tomillo?
R.– Necesitamos educadores, gente no quemada con ilusión y que tengan clara su tarea. Necesitan prepararse y saber que el centro se lleva en equipo. Este trabajo sólo puede hacerse con mucha autoridad moral y ganas de apostar. Las familias están deseando que cambien y aquí reciben el apoyo para conseguirlo.
Este documental ha obtenido el
En EDUCACIÓN EN ORCASUR:
- Pulso al fracaso (para verlo)
- Aprendizaje servicio. Las competencias en educación
- Cómo dar clase a los que no quieren
- El "Sistema preventivo" de Don Bosco
- Tiempo joven. Jóvenes construyendo ciudadanía
- Rapsodas en el barrio
- El dedo corazón
- Pygmalión en la escuela. Las expectativas de maestro en el desarrollo del alumno
No hay comentarios:
Publicar un comentario