En este blog intentamos establecer una conexión entre los conceptos: educación, ciencia, ciudadanía, desarrollo comunitario, enriquecimiento cultural, crecimiento personal y cambio social

jueves, 10 de octubre de 2013

"Ciudad, democracia y socialismo". Orcasur aparece así en este libro de Manuel Castell



La fotofrafía es la portada del libro "Ciudad, democracia y socialismo". El autor es el sociólogo Manuel Castell. Está escrito en 1977. El libro es una recopilación de testimonios de los distintos movimientos vecinales que hubo en Madrid en los años setenta. Una historia apasionante de contrucción de un tejido social con capacidad de dar una respuesta cívica a los problemas sociales.
Espero recoger en una entrada próxima un resumen de las conclusiones del autor de libro. La cuestión que se planteaba en aquel entonces era muy interesante: ¿Cuándo haya democracia, partidos políticos, Ayuntamientos democráticos, seguirá siendo neceseario el movimiento vecinal? ¿Qué nuevas formas adoptará? 

Algunas imágenes y testimonios sobre Orcasur los puedes ver en EDUCACIÓN EN ORCASUR: 

a) Los «galos» de Orcasur y su «poción mágica»
   Los planes de urgencia de finales de los años cincuenta trataron de crear rápidamente un impacto en términos de absorción del chabolismo. Pero pasada la urgencia política-social que los motivó, las operaciones de vivienda proyectadas como provisionales parecieron detenerse en el tiempo y en el espacio... Y esa provisionalidad permanente se tradujo, para los residentes de los barrios así construidos, en veinte años de habitar en viviendas concebidas para cinco, en la falta total de servicios urbanos, en la precariedad de la ocupación y en la angustia cotidiana de una posible expulsión, conforme iban surgiendo rumores sobre las intenciones de planeamiento urbano de la Administración. Tal es la historia de Orcasur, 1.800 familias agrupadas en tres poblados (“social”, “mínimo” y “agrícola”) construidos por los propios vecinos en base al permiso del Ministerio de la Vivienda y a la provisión por éste de un elemento de vivienda que debía ser completado por autoconstrucción. Estas «chabolas oficiales» fueron, como tantos otros barrios populares de Madrid, revalorizadas y urbanizadas por sus habitantes, que fueron instalando por sí mismos o consiguiendo mediante presiones los servicios esenciales. Trabajadores no calificados, peones de la construcción y también traperos, gitanos, limpiabotas, mujeres de faenas y trabajadores de servicios diversos, el barrio se fue formando como unidad urbana y como medio de vida social, con una fuerte solidaridad interna. Pero cada seis meses, el fantasma de la expulsión amenazaba con la destrucción de aquel mundo. Tanto más cuanto que la existencia junto al poblado de espacio libre de propiedad del Ministerio de la Vivienda predisponía a una operación de remodelación que, según todos los precedentes, no sería en beneficio de los vecinos allí instalados. Eso explica que el ascenso del movimiento ciudadano en Madrid, y en particular el éxito obtenido en la colindante meseta de Orcasitas mediante un plan parcial hecho por y para los vecinos, llevó a la Asociación de Vecinos de Orcasur a plantear en enero de 1977 su exigencia de obtener un plan parcial que los realojase allí mismo en viviendas decentes y bajo el control de los habitantes del barrio. Así, pues, en Orcasur son los propios vecinos los que toman la iniciativa del planeamiento urbano, pero proponiendo a la Administración sus propios criterios, es decir, fundamentalmente, que quienes deben beneficiarse del desarrollo urbano de la zona son los que la urbanizaron y trabajaron con su esfuerzo durante arios y años.

   Los primeros contactos con el Ministerio son esperanzadores. Se acepta el principio del Plan Parcial y se considera como positiva la participación de los vecinos en su elaboración mediante una comisión mixta del ministerio y de los técnicos de la Asociación. Sin embargo, pasan las semanas y los largos trámites evidencian de forma cada vez más clara que dicha participación será más bien simbólica y que en el ministerio hay una clara oposición a sentar un nuevo precedente que, tras las victorias obtenidas por Orcasitas y el Pozo del Tío Raimundo, difundan en todo Madrid la misma táctica, trasladando el poder de orientar el desarrollo urbano a las asociaciones de vecinos... Más aún cuanto que el proyecto implícito existente es el introducir en el polígono viviendas para clase media que evite la formación de un área residencial en donde las capas obre-ras puedan consolidar su presencia. Con el fin de aclarar la situación, los vecinos de Orcasur organizan una marcha-delegación al ministerio, que termina con un intento de ocupación del mismo y su inmediato desalojo por la policía.

  Los vecinos, sin embargo, quieren su Plan Parcial. Movilizan el conjunto del barrio, reúnen asambleas de hasta 2.000 personas, y contando con la solidaridad de principio de las asociaciones de vecinos de la zona (en particular Orcasitas), deciden una acción masiva de protesta para obligar al ministerio a negociar. Varios cientos de vecinos se encierran en la iglesia del poblado y lanzan una campaña de prensa que consigue sensibilizar la opinión pública. Al cabo de dos días de encierro, las fuerzas antidisturbios asaltan la iglesia a las tres de la madrugada. Pero al entrar, un mecanismo lanza las campanas al vuelo y todo el pueblo sale de sus casas y organiza una manifestación en plena noche. Los ocupantes de la iglesia, al empezar a ser apaleados, se aglomeran y salen todos juntos, cantando, rompiendo los cordones de una policía atónica, desbordada por la unanimidad y la decisión del conjunto de los vecinos, ancianos y mujeres incluidos. Tan pronto como la policía se retira, los vecinos vuelven a ocupar la iglesia, que será desalojada al día si-guiente... Ocupaciones y desalojos se suceden, hasta que el problema empieza a hacerse demasiado visible en un momento en que la situación política es delicada y en que el Gobierno trata de reducir en lo posible las dimensiones de cualquier conflicto social. Así, una noche llega a la iglesia ocupada, por manos de la policía, una carta del ministerio en que se decide asignar a COPLACO, con «carácter de urgencia», la elaboración de un plan parcial para Orcasur, en beneficio de los actuales residentes y con la activa participación de su Asociación... Los vecinos envían entonces una delegación al ministerio que negocia con los funcionarios, mientras cientos de vecinos se concentran ante el edificio. Los términos de la carta son confirmados. Orcasur tendrá su plan parcial.

Pero si el plan se ha ganado, ahora falta discutir su contenido. Y los vecinos están dispuestos a imponer sus criterios. En el proceso de lucha, el barrio ha aumentado extraordinariamente su organización y su conciencia. La estructura de delegados de calle y las asambleas masivas han reemplazado la gestión centralizada de la Junta Directiva. La prensa ha dado continua información, creando una fuerte expectativa en torno al caso Orcasur como piedra de toque de la nueva política ministerial. Y aunque el Ayuntamiento, a instancias del ministerio, afirma su propósito de rectificar el plan parcial que presenten los técnicos de la Asociación, los vecinos plantean unos criterios que el ministerio se niega a aceptar. En efecto, se trata de que el ministerio planea la edificación de viviendas sociales y acepta el realoja-miento en el barrio de todos sus residentes a condición de que cumplan los criterios de elegibilidad de vivienda social y de que puedan pagar el nivel de alquileres exigido. Ello representa para los habitantes de Orcasur pagar 4.000 ó 5.000 pesetas mensuales en lugar de las 200 que pagaban hasta entonces. Y muchas familias son incapaces de pagar ese alquiler. Por ello sus criterios son diferentes: exigen que se par' a del principio de la necesidad de vivienda digna, en el barrio y para todos, y que luego se ajusten a ese propósito los posibles mecanismos institucionales. En la práctica se trata, ni más ni menos, que de cambiar los criterios de atribución y funcionamiento de la vivienda social. Pero los «galos de Orcasur» (como los llama la prensa, aludiendo a las historietas del popular Asterix) confían en su experiencia de lucha y tratan de ganar el derecho a la casa y a un barrio decentes en función de sus ingresos reales: oponen un derecho social concreto a una norma administrativa abstracta. Si tal precedente se crea, toda una serie de regulaciones, cada vez más amenaza-das por el movimiento ciudadano, corren peligro de ser desbordadas. Por eso el ministerio contraataca, tratando de debilitar el movimiento de lucha mediante una denuncia al arquitecto de la Asociación, acusado de «manipular a los vecinos en provecho propio». El Colegio de Arquitectos debe juzgar del caso, en un hecho aún sin precedentes. El apoyo inmediato de los vecinos a sus técnicos (que han jugado un papel primordial) y la solidaridad de otros arquitectos anula los efectos de la medida, dado que el Colegio no se presta al juego represivo. Pero el incidente es revelador de la resistencia de una Administración, aún a la defensiva, a que se transgredan ciertas normas de la ordenación urbana. De hecho, la iniciativa es tan avanzada que corre el riesgo de aislamiento y derrota. Pero ello también depende de la reacción de las otras asociaciones de vecinos y de su comprensión de la importancia de valorar cualitativamente ciertas luchas en un movimiento que experimenta necesariamente un des-arrollo desigual. La campaña electoral de 1977 obligó a un paréntesis de una lucha que, tras un primer éxito extraordinario en su primera fase, aparece con un porvenir incierto, dependiente en gran parte de la capacidad de los vecinos de Orcasur de articularse con una ofensiva más amplia contra criterios excesivamente rígidos de gestión de la vivienda social.

Pero cualquiera que sea la evolución de esta lucha, ya ha producido un efecto altamente significativo: la provisionalidad de los planes de urgencia demagógicos aparece cada vez más supe-rada por las iniciativas de los vecinos en pos de una ordenación urbana con fines sociales. Tras haber contribuido a construir y urbanizar sectores enteros de Madrid, los ex chabolistas tratan ahora de planear y dirigir esa ciudad que tiene mucho de suya.