En este blog intentamos establecer una conexión entre los conceptos: educación, ciencia, ciudadanía, desarrollo comunitario, enriquecimiento cultural, crecimiento personal y cambio social

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Cuento de Navidad. "Tres cartas de Teddy"

Hoy he leído con mis alumnos de tutoría de 1º de ESO este cuento de Navidad y hemos acabado todos llorando. ¡Qué  importante es compartir emociones!

[ Fuente: Este tezto e imagen están tomados de https://elambigudelyoga.wordpress.com/2016/10/05/tres-cartas-de-teddy/]

La maestra de niños y niñas, obra de Morgan Weistling.

Tres cartas de Teddy

Aquella mañana  la señorita Thompson fue consciente de que había mentido a sus alumnos. Les había dicho que ella les quería a todos por igual pero, acto seguido se había fijado en Teddy, sentado en la última fila, y se había dado cuenta de la falsedad de sus palabras.

La señorita Thompson había estado observando a Teddy el curso anterior y se había dado cuenta que no se relacionaba bien con sus compañeros y que tanto su ropa como él parecían necesitar un buen baño. Además el niño acostumbraba a comportarse de manera bastante desagradable con sus profesores. Llego un momento en que la señorita Thompson disfrutaba realmente corrigiendo los deberes de Teddy y llenando su cuaderno de grandes cruces rojas y bajas puntuaciones. Sin duda era lo que merecía por su dejadez y falta de esfuerzo.

En aquel colegio era obligatorio que cada maestro se encargara de revisar los expedientes de los alumnos al inicio de curso, sin embargo la señorita Thompson fue relegando el de Teddy hasta dejarlo para el final. Sin embargo al llegarle su turno, la profesora se encontró con una sorpresa. La profesora de primer curso había anotado en el expediente del chico: “Teddy es un chico brillante, de risa fácil. Hace sus trabajos pulcramente y tiene buenos modales. Es una delicia tenerle en clase.” Tras el desconcierto inicial, la señorita Thompson continúo leyendo las observaciones de los otros maestros. La profesora de segundo había anotado, “Teddy es un alumno excelente y muy apreciado por sus compañeros, pero tiene problemas en seguir el ritmo porque su madre está aquejada de una enfermedad terminal y su vida en casa no debe ser muy fácil.” Por su parte el maestro de tercero había añadido: “La muerte de su madre ha sido un duro golpe para él. Hace lo que puede pero su padre no parece tomar mucho interés, sin no se toman pronto cartas en el asunto, el ambiente de casa acabará afectándole irremediablemente.”. Su profesora de cuarto curso había anotado: “Teddy se muestra encerrado en sí mismo y no tiene interés por la escuela. No tiene demasiados amigos y, a veces, se duerme en clase.”

Avergonzada de sí misma, la señorita Thompson cerró el expediente del muchacho. Días después, por Navidad, aún se sintió peor cuando todos los niños le regalaron algunos detalles envueltos en brillantes papeles de colores. Teddy le llevó un paquete toscamente envuelto en una bolsa de la tienda de comestibles. En su interior había una pulsera a la que faltaban algunas piedras de plástico y una botella de perfume medio vacía. La señorita Thompson había abierto los regalos en presencia de la clase, y todos rieron mientras enseñaba los de Teddy. Sin embargo las risas se acallaron cuando la señorita Thompson decidió ponerse aquella pulsera alabando lo preciosa que le parecía, al tiempo que se ponía unas gotas de perfume en la muñeca. Teddy fue el último en salir aquel día y antes de irse se acercó a la señorita Thompson y le dijo: “Señorita, hoy huele usted como solía oler mi mamá.”

Aquel día la señorita Thompson quedó sola en la clase, llorando, por más de una hora. Aquel día decidió que dejaría de enseñar lectura escritura o cálculo. A partir de ahora se dedicaría a educar niños. Comenzó a prestar especial atención a Teddy y, a medida que iba trabajando con él, la mente del niño parecía volver a la vida. Cuánto más cariño le ofrecía ella, más deprisa aprendía él. Al final del curso, Teddy estaba ya entre los más destacados de la clase. Esos días, la señorita Thompson recordó su “mentira” de principio de curso. No era cierto que los “quisiera a todos por igual”. Teddy se había convertido en uno de sus alumnos preferidos.

Un año después la maestra encontró una nota que Teddy le había dejado por debajo de su puerta. En ella Teddy le decía que había sido la mejor maestra que había tenido nunca.

Pasaron seis años sin noticias de Teddy. La señorita Thompson cambió de colegio y de ciudad, hasta que un día recibió una carta de Teddy. Le escribía para contarle que había  finalizado la enseñanza superior y para decirle que, continuaba siendo la mejor maestra que había tenido en su vida.

Unos años más tarde recibió de nuevo una carta. El niño le contaba como, a pesar de las dificultades había seguido estudiando y que pronto se graduaría en la universidad con excelentes calificaciones. En aquella carta tampoco se había olvidado de recordarle que era la mejor maestra. Cuatro años después, en una nueva carta, Teddy relataba a la señorita Thompson como había decidido seguir estudiando un poco más tras licenciarse. Esta vez la carta la firmaba el doctor Theodore F. Stoddard, para la mejor maestra del mundo.

Aquella misma primavera, la señorita Thompson recibió una carta más. En ella Teddy le informaba del fallecimiento de su padre unos años atrás y de su próxima boda con la mujer de sus sueños. En ella le explicaba que nada le haría más feliz que ella ocupara el lugar de su madre en la ceremonia.

Por supuesto la señorita Thompson aceptó y acudió a la ceremonia con el brazalete de piedras falsas que Teddy le regalará en el colegio y, perfumada con el mismo perfume de su madre. Tras abrazarse, Teddy le susurró al oído: “Gracias, señorita Thompson, por haber creído en mí. Gracias por haberme hecho sentir importante, por haberme demostrado que podía cambiar.”

Visiblemente emocionada, la señorita Thompson le susurró: “Te equivocas, Teddy, fue al revés. Fuiste tú el que me enseñó que yo podía cambiar. Hasta que te conocí, yo no sabía lo que era enseñar.”

Elizabeth Silance Ballard



sábado, 2 de junio de 2018

Así hablaba Marcelino Champagnat

 
San Marcelino Champagnat, es el fundador de los Hermanos Maristas. Su  fiesta se celebra el 6 de junio.

En EDUCACIÓN EN ORCASUR, ya hemos dedicado algunas entradas a otros fundadores católicos de órdenes religiosas de la Enseñanza:
Hoy  dedicamos esta entrada a presentar las ideas pedagógicas de Marcelino Champagnat. He recogido aquí algunas citas de sus escritos que pueden ser inspiradoras a los educadores de todos los tiempos, no necesariamente religiosos.

Para mi es entrañable hacer esto, porque como alumno marista me he beneficiado de la forma de entender la educación de Marcelino Champagnat.

Si tuviera que resumir las principales aportaciones de la pedagogía marista, lo haría en estos rasgos
  •  Humildad, sencillez y modestia (las tres violetas) en el trato, en las formas, en las prioridades ... Es una manera de ser. Se valoran las cosas sencillas, los trabajos humildes, las personas discretas, que saben escuchar y trabajar en segundo plano.
  •  Laboriosidad. Pasión por el tabajo bien hecho. Se confía en la efectividad de las tareas sencillas hechas con preseverancia. Se valora el esfuerzo. Se cuidan los detalles. Despacito y buena letra.
  • Pedagogía de la presencia. El educador es una permanente presencia disponible y amorosa entre los niños y jóvenes. Como ángeles de la guarda.
  •  Espíritu de familia en la comunidad educativa.Todos tienen que sentirse en su casa, queridos y valorados, implicados en los asuntos comunes. Se fomenta la participación de todos.
  • Una formación religiosa sencilla y cercana, al estilo de María.
  • Espíritu de servicio. Compromiso con la comunidad y el mundo. El objetivo último de la educación es formar buenos cristianos y honrados ciudadanos. 
Entre las aportaciones a la pedagogía de los Hermanos Maristas, cabe destacar la revolución del diseño de los libros de texto de la editorial FTD y múltiples publicaciones pedagógicas como lka GUÍA DEL MAESTRO 
Así hablaba San Marcelino Champagnat:
Para acertar plenamente en el noble ministerio de maestro, .es preciso estimarlo y tener amor a los niños. Debe dedicarse toda la existencia, la inteligencia, el corazón, todas las actividades, la vida entera a tan noble tarea. No puede distraerse con otras cosas; sería debilitarse e inutilizarse a sí mismo. Todos los afectos, todos los afanes del maestro deben ser para sus alumnos. Si desempeña su misión como oficio vulgar o por cumplimiento, si no aprecia sus funciones, si no ama a los niños, si no se entrega del todo a la educación, no hace cosa de provecho.
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La educación no es la disciplina, ni la enseñanza; no se consigue con cursos de urbanidad, ni aun de religión, sino por medio de las relaciones continuas de los niños con sus maestros, por medio de avisos particulares, del ascendiente moral, de los ánimos, correcciones, palabras que nacen de las relaciones ininterrumpidas entre  maestro y alumnos.
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El maestro que ama puede avisar, aconsejar, reprender; el amor que manifiesta en sus palabras, da a éstas nueva gracia y mayor fuerza; sus advertencias son recibidas como testimonio de amistad y son seguidas. Amad, pues, a vuestros alumnos: considerad la inocencia que brilla en sus ojos, la sencillez de sus confesiones, la sinceridad  de su arrepentimiento, aunque sea poco duradero; la franqueza de sus resoluciones, aunque pronto vuelvan a fallar; la generosidad de sus esfuerzos, aunque pocas veces sean constantes.
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Poned buena cara; hagan lo que hagan y sean lo que sean, amadlos, pues es el único modo de trabajar con fruto con ellos.
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A algunos, los niños les resultan molestos, groseros, ingratos, llenos de defectos, revoltosos, y no los pueden aguantar. Son hermanos sin vocación. Si los muchachos fueran perfectos, no necesitarían nuestra dedicación; precisamente porque tiene defectos debemos ocuparnos de su educación.
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Cuide con mucho esmero a los niños pobres y a los que son más torpes e ignorantes. Manifieste mucha bondad a esta clase de niños, hágales muchas preguntas y no tema mostrarles en toda ocasión que los estima y los quiere. Los niños pobres en una clase son lo mismo que los enfermos en una familia: fuente de bendiciones y prosperidad cuando se los mira con los ojos de la fe y se los honra como a miembros sufrientes de Jesucristo.
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Desempeñáis el oficio de ángeles custodios cerca de los niños que se os confían: dad también a esos espíritus puros un peculiar culto de amor, respeto y confianza.
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A los hermanitos de María se les conoce por su humildad, sencillez y modestia: tres violetas amadas.
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Sed para los jóvenes amigos y modelos de conducta.
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La educación de la juventud no es un oficio; es un ministerio religioso, un verdadero apostolado. Educar a un niño no es sólo enseñarle a leer y escribir. Educar a un niño es darle a conocer su destino sublime y proporcionarle los medios para lograrlo. Educar a un niño es hacer de él un buen cristiano y un honrado ciudadano.
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Mi idea es fundar una sociedad de hermanos que dediquen sus esfuerzos y su vida a la educación de los niños en los municipios pobres del campo. Los hermanos no serán sólo catequistas, enseñarán también lectura, escritura, cálculo, historia sagrada y las reglas del buen comportamiento para hacer de los niños buenos cristianos y honrados ciudadanos.
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Estad mucho con los niños. Convivid con ellos, jugad con ellos. Que los niños sientan que los queréis. Que los escucháis porque os importa y os interesa lo que ellos piensan, sienten y dicen.
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Quizá se me dirá que en la Biblia se recomienda castigar a los niños corregirlos. Pero entiendo que educar a un niño no es  pegarle, golpearle. No se consigue la obediencia de los alumnos con  castigos, sino con la autoridad moral de quien se entrega a su labor y utiliza procedimientos dignos. El espíritu de una escuela marista es el espíritu de familia. Y en una familia reinan los sentimientos de  amor, respeto, confianza recíproca, y no el temor a los castigos. Un hermano áspero, violento y que se permite maltratar a los niños con palabras o con golpes, no es apto para la enseñanza; sólo vale para picapedrero o destripaterrones.
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Si se tratase de enseñar sólo las ciencias humanas a los niños, los hermanos no serían necesarios, los maestros serían suficientes. Si no pretendemos más que dar instrucción religiosa nos contentarnos con  ser simples catequistas. Nuestra finalidad es integral porque querernos educar, es decir: instruirlos en sus deberes, enseñarles a practicarlos, darles el espíritu y los sentimientos del cristianismo, las virtudes del cristiano y del buen ciudadano.
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Y esto no lo podemos conseguir sin vivir con los niños, sin que ellos estén mucho tiempo con nosotros. Para educar a un niño, hay que tratarle con respeto. La educación es ante todo fruto del buen ejemplo, porque el niño aprende más por el ojo que por el oído. Para educar bien a los niños hay que amarlos y amarlos a todos por  igual. No hay que olvidar nunca que los niños son seres delicados y tiene necesidad de ser tratados con bondad, amor, perdón, y
 educados con mucha paciencia. No me gustan los hermanos cuya sola presencia asusta a los niños. Debemos ser alegres, amables y constantes. Todos exigimos que los alumnos nos respeten. Pues bien; es imposible educar bien a un niño si no se le respeta. Por el respeto se logra la confianza. Ahora bien, tolerar que el niño viva indisciplinado, dejarle estancado en sus defectos y permitirle vivir según sus caprichos, no es amarle. Semejante conducta, especialmente en un educador religioso, es cruel y hiere profundamente el respeto que se debe al niño.
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No se puede educar a un niño a golpes. Los castigos no orientan el corazón hacia el bien. Es increíble que para educar a un muchacho haya quien se sirva de medios que ni siquiera aplicaría a los animales. Quienes los doman o adiestran, evitan maltratarlos, los tratan con bondad, los acarician y sólo les hacen sentir el freno con precaución y prudencia. Con pruebas y ejercicios repetidos muchas veces, con paciencia, los vuelven dóciles. Y con los niños, creados a imagen de Dios, dotados de razón y libertad, llenos de ordinario dé buenas intenciones, con ganas de obrar el bien, ¿sólo se pretende usar la fuerza bruta para educarlos? Tales procedimientos educativos son una ofensa para la dignidad humana, degradan al niño, hacen que se desprecie y odie a quién los utiliza, llevan el desorden a la escuela y destruyen los sentimientos de amor, estima, confianza y respeto  que han de unir al maestro y los alumnos.
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No me gustan los hermanos que ahuyentan a los niños con sólo su  presencia. Para dar buen ejemplo a los niños y ganarlos para Dios es imprescindible auténtica piedad y virtud sólida. Pero no basta. El carácter más apropiado para educar humana y cristianamente a los niños y jóvenes es el que reune la jovialidad, la afabilidad y la constancia que sólo se halla en un corazón humilde y bondadoso.
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Cada año, durante las vacaciones de verano, todos los hermanos se reunen en el Hermitage. Hacemos el retiro y tratamos de las orientaciones que deben seguir nuestras escuelas. Querernos que  reine la igualdad; que no haya ni preferencias ni privilegios, a no ser un cuidado particular de los niños más pobres.
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Todo a Jesús por María.
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El orden es algo a lo que doy mucha importancia; sin orden no hay verdadera educación. Pero quiero una disciplina que sea fruto del amor, del buen ejemplo y de la presencia educativa entre los niños. Sobre todo no me canso de recordar a los hermanos que su misión mas notable es la de catequistas. Nada debe interesarles más como el lograr el ser buenos catequistas.
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De las primeras lecciones depende el éxito de la educación de un niño. Las primeras impresiones recibidas se borran difícilmente. Los que tienen que abandonar la escuela para trabajar, sólo han recibido  las primeras clases. De la primera clase depende el éxito de las demás. El encargado de las primeras clases tiene que ser amable y
tener mucha paciencia. Debe repasar muchísimas veces. Debe volverse niño.
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Necesitamos hermanos, hermanos sencillos, sembradores de  Evangelio, maestros y catequistas que digan a los niños que Dios les  ama con infinita ternura.
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Por las penas infinitas que tuve que soportar para aprender a leer y escribir, sentí la urgente necesidad de crear una Sociedad que  pudiera, con menos gastos, dar a los pueblos del campo la enseñanza que los Hermanos de las Escuelas Cristianas dan en las ciudades. Ordenado en 1816, fui enviado como coadjutor a una parroquia  rural. Vi, con mis propios ojos, la importancia de poner manos a la  obra en el proyecto que meditaba desde hacía tiempo. Comencé pues a formar a algunos maestros y les di el nombre de hermanitos de María.
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El que está alegre y contento demuestra que ama la vida y supera todas las dificultades.
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No puedo ver a un niño sin sentir ganas de enseñarle el catecismo, sin darle ha conocer cuánto le ha amado Jesucristo y cuánto debe  amar él a su Salvador.
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María, la Buena Madre, es nuestro recurso ordinario. Confiad y  recurrid siempre a Ella.
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Decid a los niños que María les quiere mucho.
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Os suplico con toda mi alma que reine siempre entre vosotros la caridad. Amaos unos a otros. Tened un solo corazón y un mismo espíritu. Que se pueda decir de vosotros como de los primeros cristianos: "Mirad cómo se aman". Vivid siempre en la presencia de Dios. Sed sencillos. Amad y enseñad a querer a nuestra Buena Madre, María. Sed para los jóvenes amigos y modelos de conducta. Amad vuestra vocación y sed fieles a ella, Jesús y María os ayudarán. Esta es mi última voluntad.

Para saber más sobre la pedagogía Marista














lunes, 26 de febrero de 2018

Añadir dimensiones para ganar horizontes. Que lo urgente no nos haga perder la pasión por lo importante




Añadir dimensiones para ganar horizontes

En 1884 Edwin Abbott escribió un cuento con el título “Planilandia”. El cuento es una fantasía sobre cómo sería un mundo que solamente tuviese dos dimensiones. En realidad la historia es un pretexto para hacernos reflexionar sobre lo que limita nuestra mente considerar una cantidad escasa de dimensiones.

Por ejemplo, en un mundo unidimensional un simple punto es una frontera infranqueable. Por otra parte, si nuestro universo se reduce a una línea, una persona que cree avanzar por su mundo lineal puede que en realidad esté retrocediendo, si la línea se dobla sobre sí misma, como le ocurre a una circunferencia.

Otro ejemplo de las limitaciones a las que nos conduce considerar menos dimensiones de las que son razonables es esta: Imagina un mundo bidimensional. En él todas las figuras – los círculos, los triángulos, los cuadrados y todos los polígonos– son vistas como iguales. Todas las figuras planas, al mirarlas sin perspectiva, son simples segmentos, sin matices.

Al hablar de Educación muchas de las aparentes contradicciones y controversias adquieren luz y se resuelven si se consideran nuevas dimensiones de la cuestión. Nuevas dimensiones que descubren horizontes desconocidos hasta el momento. En esto es en lo que se reconocen las grandes ideas que iluminan y mueven a la acción en positivo.

Permitidme que comparta mi modesta experiencia. Hay ideas y vivencias que cambiaron mi modo de ver las cosas. Sin duda la que más me afectó fue leer “Carta a una maestra” de los alumnos de Barbiana e imbuirme del estilo milaniano que zambombea la comodidad de los caminos trillados. Otra revelación fue para mí leer el informe Delors y considerar los cuatro pilares de la educación a lo largo de la vida: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir con los demás y aprender a ser. También amplió mi horizonte considerar la educación como un proceso en el que hay que contemplar la educación formal, la educación no-formal y la educación informal. Personalmente, me dio vida desarrollar mi tarea educativa formando parte de un grupo humano maravilloso, involucrado en un contexto más amplio que los programas de una materia, y sentirme parte de un centro escolar, enclavado en un barrio, con un proyecto educativo y social, viéndolo todo dentro de un mundo que hay que liberar y humanizar: Como dicen los principios de la educación popular, la educación es un proceso comunitario que tiene una dimensión ética, una dimensión política y una dimensión pedagógica. No hace falta que ponga más ejemplos. Cada uno puede poner aquí los suyos, que me encantaría compartir.

Sigamos, pues, buscado entre todos nuevas dimensiones para mirar a la Educación desde ellas. Nuevas dimensiones con las que leer e interpretar el mundo, ganando perspectiva.

Por eso no hay que caer en la trampa de aceptar con naturalidad que nos pongan orejeras, abrumándonos con visiones estrechas que nos empobrecen.

En resumen, como conclusión, mi invitación es a leer a los grandes de la educación, conocer la historia de las ideas pedagógicas. Abrir la ventana y llenarnos de aire fresco para cargar las pilas.Que lo urgente no nos haga perder la pasión por lo importante.

"Si quieres construir una barca no reúnas hombres para cortar leña, preparar las herramientas, dividir las tareas e impartir órdenes, más bien despierta en ellos la nostalgia por el mar vasto e infinito”. 
A. Saint Exupery