Copiamos el artículo de Miguel Angel Santos Guerra, titulado DOÑA DESESPERANZA.
[Fuelte: El Adarve]
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Doña Desesperanza
Publicado por Miguel Ángel Santos Guerra
17 Septiembre, 2011
¡Vaya por Dios, el nombrecito que le pusieron a la niña! Esperanza es un buen nombre, porque está cargado de optimismo, de promesas y de futuro. Pero mira tú por dónde yo lo tengo que identificar con pesimismo, indignación y desastre cuando pienso en la señora Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid. En honor a los hechos debería llamarse Desesperanza.
Porque desmantelar la escuela pública es lanzar un torpedo contra la línea de flotación de una sociedad democrática.
Porque poner en tela de juicio la profesionalidad de los docentes es un modo de dinamitar el presente y el futuro de la enseñanza. No hay expectativa más clara de futuro que la educación.
Hace unos días me han enviado desde Argentina un documento hermoso, escrito por Mex Urtizberea, que viene muy a cuento de lo que estoy diciendo. De él extraigo estos párrafos, aunque la reiteración de su formulación básica en el texto completo, le confiera mucha más contundencia de la que tiene esta cita.
“ (…) Dentro de cincuenta años usted y yo seremos un recuerdo, o un olvido, pero no lo serán nuestros hijos ni nuestros nietos: para ellos será este país mal educado o bien educado, según lo que hoy se haga por la educación.
(…) Dentro de cincuenta años no será más que un número lo que se invierte ahora en seguridad, no le servirá a nadie lo que se haya gastado en campañas políticas, no será ni recuerdo qué comportamiento tuvo la Bolsa este año o a cuánto cotizaba el dólar. Lo que sí se notará visiblemente es lo que hoy se invierta en educación.
Y quien haga hoy algo por ella, quien muestre verdadero interés y se ponga a trabajar ahora apasionadamente para mejorarla, extenderla, financiarla, que nadie quede afuera por razones económicas o geográficas, para que tenga calidad y que la calidad sea gratis, quien entienda que un país mal educado es un país condenado a muerte, y modifique este destino, entonces su nombre no será del olvido: dentro de cincuenta años estará presente en todos los rincones del país, será recordado con admiración y respeto. Y no será sólo estatua, o calle, o foto, o estampilla”.
Pues ya se ve lo que está pasando en la Comunidad de Madrid. Se está destruyendo la enseñanza pública, que es la causa de la equidad para un pueblo. El ataque de la Presidenta a los docentes de la comunidad ha desencadenado una protesta que ella califica de “absurda, irracional y política”. Tres adjetivos que se las traen. ¿Por qué absurda? Es evidente: porque se opone a sus tesis. ¿Por qué irracional? Porque ella no comprende las razones que la sustentan. ¿Por qué política? Porque ella tiene una visión de lo político ramplona y mezquina. Es política porque se opone a su ideología neoliberal.
El profesor de Educación Secundaria Pedro Sáez Ortega, que enseña Ciencias Sociales en el Instituto Clara Campoamor de Móstoles, le ha escrito una carta de trece folios a Doña Esperanza Aguirre que dudo que la Presidenta pueda, quiera y sepa leer de cabo a rabo. Está muy bien escrita y muy bien fundamentada. Sin faltas de ortografía, por cierto.
Por no saber, dice Pedro Sáez, la Presidenta no sabe ni cómo se llaman los profesores de Secundaria, ya que alude a ellos como Profesores de Educación. Tampoco sabe que las horas de un profesor no se cuentan sólo por las horas de docencia. Para preparar una clase hace falta tiempo, además de interés y entusiasmo. Y para corregir. Y para coordinarse. Y para realizar actividades. Y para formarse. ¿Se pueden contabilizar las horas de trabajo de un cirujano por las horas de quirófano?
Reducir 3000 profesores, añadidos a los 2500 que ya desaparecieron en el curso anterior, no es mejorar la calidad del sistema. Suprimir las horas de tutoría, no es la mejor manera de perfeccionar la educación. Desmantelar los Centros de Profesorado no es potenciar la educación. Privatizar la enseñanza es castigar a los desfavorecidos, a los más necesitados. ¿No hay otros campos en los que se puedan realizar recortes? ¿Se los tenemos que recordar a doña Esperanza?
Las declaraciones de la Presidenta, secundadas por otro personaje de escasa talla intelectual como Ana Botella, concejala del Ayuntamiento de Madrid, han tenido luego un desmentido que no elimina todo el daño causado. Se sabe que vivimos en la cultura de los titulares y esas simplezas de que los profesores no trabajan lo suficiente y de que tienen excesivas vacaciones, calan en el estado de opinión de la ciudadanía.
¿De qué sirven las campañas sobre la dignidad de la profesión docente si lo que acaban entendiendo los alumnos y los padres es que los profesores no dan el callo y solo piensan en las vacaciones? ¿De qué sirve pretender aumentar la autoridad de los profesores subiéndoles a unas elevadas tarimas, si lo que acaban pensando los niños, como su Presidenta, es que los profesores no son solidarios con las personas afectadas por la crisis, a pesar de haber aceptado sin rechistar la reducción de sus salarios?
No digo que todos los profesores y profesoras sean profesionales excelentes. Como en todas las profesiones, hay de todo en la enseñanza. Y eso debería plantearnos a todos y a todas qué sucede con el control de la educación. Habrá que tomar medidas con quien no cumple diligentemente con sus obligaciones. Pero, poner en entredicho la tarea de los docentes en general, resulta inadmisible. Porque no lo está haciendo un locuaz bebedor en un bar de barrio, sino la máxima representante política de una Comunidad.
No sé a qué escuela fue ni qué educación recibió la señora Presidenta. Si fue buena, se le ha olvidado. Pero dudo que lo fuera si le ha facilitado una comprensión de la realidad y un compromiso con la gente de esta naturaleza.
Claro, que luego arrasa con mayorías desbordantes en las elecciones. Y es lo que no acabo de entender. ¿Cómo pueden tener apoyo esas políticas neoliberales que castigan a los más débiles, a los más desfavorecidos, a los que Paulo Freire llamaba los desheredados de la tierra?
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